Da gusto estar con las personas alegres, pero cuando tienes conocidos o amigos que casi siempre los ves tristones, te da pena y hemos de tratar de consolarlos y hacerles la vida agradable y hablarles de que una persona tristona lo pasa mal en la vida, ella y los que tiene alrededor. Decía el Santo Cura de Ars: “En un corazón que ama a Dios, luce una perenne primavera”.
Cuento la historia de una joven catalana de nuestros tiempos, Montse Grases, que enfermó gravemente y murió; siempre sonriente para que los demás no sufrieran y pasara inadvertido su dolor. Y ella era muy juerguista, le gustaba cantar, bailar; antes de enfermar bailaba sardanas. Tenía 17 años cuando Dios se la llevó.
En una ocasión le preguntó su madre: Si te vas a curar hija mía, ¿no lo crees?, y ella respondió sonriente: “No mamá, y le pido a Dios que me dé fuerza para aceptar su Voluntad”, y animaba a sus padres a que no perdieran la alegría. Y esta joven catalana está en proceso de beatificación, y tuve la suerte de conocerla, y me impresionó su madurez y su alegría.
Podemos acudir a ella para que nos contagie sus virtudes.
Y un santo aragonés también decía: “La alegría es parte integrante de nuestro camino”.
Y es que somos hijos de Dios, y El jamás nos dejará.
Pues amarle como se merece.
Atentamente,
Conchita del Moral Herránz
No hay comentarios:
Publicar un comentario