El día 02 de octubre del siglo
pasado fundaste el Opus Dei, Obra de Dios, tú tenías otros planes, pero Dios te
hizo ver que era necesario, mucho tuviste que sufrir pues la gente pensaba que
para santificarse y ayudar a los demás a amar a Dios se tenía que hacer monjes
o frailes, que en medio del mundo no se podía no se podía uno santificar, tú los
querías mucho y rezabas por ellos y ayudabas, pero te recordabas de los
primeros cristianos como se santificaron con la familia, amigos, pacientes,
etc.
En la Obra que tu fundaste, si
Dios los llama, caben todos: jóvenes, viejos, casados, viudos, sanos, enfermos,
con sus trabajos respectivos, siempre que sean honrados. Se trata de acercar
las almas a Cristo y hacer apostolado, trabajando bien y enseñando con
paciencia y comprensión, sin coaccionar.
Tuve la suerte de conocerte y ver
cómo te preocupabas de todo de nuestras familias y si era necesario ayudarles,
me lo aconsejaste pues estaban pasando una mala temporada.
Tu último día en la tierra yo
estaba en aquella reunión con chicas de varios países y te preocupabas por sus
familias y por ellas, que tenían comidas y costumbres tan distintas y les
decías que fueran sencillas y lo dijeran y poco a poco se acostumbrarían. Tuve la
suerte junto con Valen,
otra jovencita, de abrirle la puerta del garaje para que saliera con el coche. Recibimos
su última mirada y la bendición.
¡Pues desde el cielo como
intercederá!
Padre, dile a la Virgen a la que
tanto querías que nos haga fieles a tu espíritu y le acerquemos muchas almas.
¡Gracias!
Atentamente,
Conchita del Moral
Herránz